lunes, 8 de septiembre de 2025

¿Por qué enfermamos?

@glucosegoddess 

“Benjamin Bikman (@benbikmanphd) es médico , profesor e investigador de Fisiología y Desarrollo Biológico en el Brighman Young University, en Provo, Utah.

Asimismo, dado su renombre como científico a nivel internacional, ha colaborado en libros de autores best seller, es cofundador de HLTH Code y de Insulin IQ Coaching, dos propuestas basadas en dietas y estilos de vida para optimizar y mejorar la calidad de vida y la salud”

                La cita anterior figura en la solapa interior de su libro “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas”  que fue recomendado por Jessie Inchauspé (@GlucoseGoddess), autora de “La revolución de la glucosa”  comentado en mi blog Lecturas para compartir: https://paulino-iglesias.blogspot.com/2025/08/la-revolucion-de-la-glucosa.html.

     “Para sacarle todo el jugo a este libro, será necesario que no olvides cuáles son las tres razones por las que lo escribí:

    1. Ayudar a divulgar entre la población qué es la resistencia a la insulina, el trastorno de salud más frecuente en todo el mundo.

    2. Proporcionar información acerca de la relación entre la insulina y las enfermedades crónicas.

    3. Explicar qué se puede hacer frente a la resistencia a la insulina”.

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (p. 17). Edaf.

Esos tres objetivos anteriores marcan la división del libro en tres partes:

    Parte I: El problema. ¿Qué es la resistencia a la insulina y por qué importa?

                Parte II: Causas. ¿Por qué adquirimos la resistencia a la insulina?

                Parte III: La solución. ¿Cómo se puede luchar contra la resistencia a la insulina?

                De cada parte te extraigo un par de de conocimientos sobre las últimas investigaciones del funcionamiento de nuestro cuerpo y lo que se esconde detrás de algunas enfermedades crónicas que padecemos.


Parte I: El problema. ¿Qué es la resistencia a la insulina y por qué importa?

Como dice el Dr. Benjamin yo también creía que la insulina era algo relacionado con los diabéticos y que no tenía nada que ver con toda la población en general; pero ahora comprendo un poquito más la relevancia que tiene en el buen funcionamiento de nuestro organismo y los problemas que tenemos cuando nuestras células presentan la “resistencia a la insulina”.

“La resistencia a la insulina es una epidemia de la que probablemente jamás hayas oído hablar.

                Aunque muchos de nosotros la desconocemos, esa misma ignorancia ayuda a enmascarar su prevalencia: se sabe que la padecen la mitad de toda la población adulta de los Estados Unidos y aproximadamente uno de cada tres estadounidenses.

[…]

        Si pretendemos comprender la resistencia insulínica, es imprescindible comenzar por una base firme y conocer la propia insulina. Mucha gente cree que se trata de un fármaco para diabéticos. Pero en realidad, es una hormona que se genera en nuestro organismo de forma natural (salvo si sufrimos diabetes tipo I, tema al que volveremos más adelante). ¿Qué es la resistencia a la insulina? Como la mayoría de las hormonas, la insulina es una proteína que se sintetiza en una parte del cuerpo, viaja a través de la sangre y afecta a otras partes del organismo. En su caso, se origina en el páncreas, un órgano pequeño encajado bajo el estómago. La función más conocida de la insulina consiste en regular los niveles de la glucosa en sangre. Cuando ingerimos alimentos que incrementan los niveles de glucosa en la sangre, el páncreas secreta insulina, hormona que a su vez “abre las puertas” para escoltar a la glucosa y acompañarla desde la sangre hacia diversas partes del organismo, como el cerebro, el corazón, los músculos y  tejidos adiposos. Pero es que la insulina no se limita a regular la presencia de la glucosa en la sangre, sino que afecta a cada célula de todos los tejidos del cuerpo: una audiencia colosal, desde luego. No es algo muy frecuente entre las hormonas, que generalmente tan solo afectan a un solo órgano individual o a un puñado de ellos. Pero resulta que la mano de la insulina llega a todas las células. Por ejemplo, si se une a una célula hepática, la insta a sintetizar grasas (entre otras cosas) y si llega a una célula muscular la obliga a fabricar nuevas proteínas (entre otras cosas). Desde el encéfalo hasta las uñas de los pies, la insulina regula cómo aprovecha cada célula la energía, altera sus dimensiones, influye en la producción de otras hormonas o incluso determina si las células deben continuar vivas o perecer.

[…]

                ¿Cómo definir la resistencia a la insulina?

                De la forma más resumida y simplificada, diríamos que la resistencia a la insulina es una respuesta reducida a la hormona llamada insulina. Cuando una célula deja de responder a la insulina, lo cual puede provocar diversas condiciones (que abordaremos más adelante), se vuelve resistente a la insulina. A medida que aumenta el número de células insulinorresistentes en todo el organismo, se considera que esa persona se vuelve resistente a la insulina”.

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (pp. 21, 23 y 24)). Edaf.

La ciencia ha sido forzada muchas veces por la política — comenta el Dr. Benjamín. Y sobre todo en el tema de la gordura y las famosas calorías; por lo que nos aclara:

 “¿Por qué engordamos?

                La historia de la investigación y el tratamiento de la obesidad es un relato fascinante, pero plagado de infortunios. En tiempos se creía universalmente que la obesidad, al menos parcialmente, era un problema hormonal. En 1923, Wilhelm Falta, un eminente internista vienés señaló que “para engordar… es necesario [tener] un páncreas intacto”. Si me lo permitís, aclararé que se refería a las “hormonas del páncreas”. Sin embargo, a mediados del siglo XX, se produjo un giro drástico del razonamiento y terminó por asentarse el dogma predominante en la actualidad: el que postula que la obesidad es, sencillamente, el resultado de ingerir más calorías de las que quemamos. Dicho con otras palabras, según esta teoría, si comemos más de lo que gastamos, engordamos. Y solamente es posible adelgazar si se come menos de lo que se gasta.

                Si pensamos en que hemos definido la grasa corporal como una reserva calórica biológica, un almacén de calorías guardadas para el futuro, pues resulta que la teoría tiene cierto sentido. Y además, encaja en nuestra idea de almacenamiento y consumo de energía. Si le echas menos leña (combustible) al fuego, no podrá arder con tanta fuerza. Por desgracia, esta teoría omite los sofisticados procesos del organismo que regulan cómo se consume el carburante. Porque nuestro cuerpo es algo más complejo que una hoguera.

                En última instancia, son las hormonas quienes determinan qué hace el organismo con el combustible que ingerimos y guardamos. Ellas dictan si se crea más tejido muscular, si se refuerzan los huesos, si se acumula más grasa, si se disipa en forma de calor, etc. Existen miles de hormonas conocidas y su número va en aumento, porque se descubren otras nuevas constantemente. La mayoría no tiene nada que ver con el uso que le damos a las calorías, pero muchas otras sí, y no existe ninguna señal que por sí solo fomente el crecimiento y la proliferación de las células adiposas con la misma intensidad que la insulina”

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (pp. 116 y 117). Edaf.

Parte II: Causas. ¿Por qué adquirimos la resistencia a la insulina?   

             El Dr. Benjamin nos invita a ver por el microscopio  cómo reaccionan nuestras células cuando las inundamos de insulina:

El exceso de insulina genera resistencia a la insulina.

                De entre los diversos factores proclives a causar resistencia a la insulina, la propia hormona es el más relevante. Tras cuanto hemos visto ya, tal vez no te asombre, pero recalquemos esta obviedad: cuando hay demasiada insulina, ella misma genera la insulinorresistencia. Para hablar con precisión, diríamos que por cada microunidad (1µU) que aumente la insulina en sangre en ayunas (y este es un cambio ínfimo), la persona puede experimentar aproximadamente un incremento del 20 % en la resistencia a la insulina. Podría parecer una relación algo rara de causa y efecto, pero representa un rasgo fundamental de cómo funciona el organismo. O sea que cuando un proceso se activa en exceso, a menudo el cuerpo atenuará su respuesta al estímulo excesivo para limitar esa activación. Es un proceso semejante al método que confiere a las bacterias la resistencia a los antibióticos o el proceso por el cual, con el paso del tiempo, una adicta a la cafeína acabará necesitando más cafeína para satisfacer su ansia que al principio. Si una célula, como las del hígado o los tejidos musculoesqueléticos se inundan de insulina, no puede hacer nada para reducir directamente la cantidad de insulina que se sintetiza en el páncreas. Pero si puede modificarse ella misma para conseguir limitar el efecto de la insulina. Y así es como se vuelve insulinorresistente. A medida que esto ocurre y se repite en millones de células de todo el organismo, el cuerpo en conjunto desarrolla y adquiere resistencia  la insulina.

[…]

                La evidencia es clara; un exceso de insulina propulsa la insulinorresistencia en varias partes del cuerpo, incluidos los tejidos adiposos y musculoesqueléticos, tema en el que abundaremos en el Capítulo 11.

                El aspecto crítico es que un nivel alto de insulina no surge exclusivamente de problemas clínicos claros; lo más habitual es que esté derivado sencillamente del estilo de vida. Por desgracia, como veremos en capítulos posteriores, el estilo de vida predominante en la actualidad constituye una tormenta perfecta de hiperinsulinemia”.

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (pp. 131, 132 y 133). Edaf.

No podía faltar la ausencia de actividad física y el movimiento como otro de los factores importantes que provocan en nuestras células “la resistencia a la insulina” y el Dr. Benjamin nos da un pequeño empujón:

                “Vida sedentaria.

La vieja máxima “si no lo usas, se pierde” bien se podría aplicar a la sensibilidad a la insulina y la actividad física. Así que cuanto menos movamos el esqueleto, más resistente se volverá el organismo. De hecho este fenómeno constatado de manera tan frecuente y de forma tan rotunda que muchos expertos sospechan que la inactividad física es uno de los principales motivos por los que la insulinorresistencia tiende a agravarse con la edad. Adoptar una vida sedentaria durante unos pocos días provoca una resistencia a la insulina demostrable, incluso en personas que por lo demás gozan de buena salud. Y lo peor es que este problema se agudiza a edades avanzadas. No se trata de un efecto sutil, ni mucho menos: con apenas una semana de sedentarismo, la resistencia a la insulina se puede multiplicar por siete. De hecho, unas pocas semanas de inmovilidad generan un efecto perdurable sobre la resistencia a la insulina, de manera que, aunque la persona vuelva a retomar la actividad, la insulinorresistencia persiste durante semanas a un nivel que duplica el de otra persona que sí haya mantenido la actividad física.

                La resistencia a la insulina derivada de la inactividad se origina, fundamentalmente en los músculos: si no los utilizamos, su respuesta a la insulina se apaga. Lo interesante es que, basándose en la inactividad de los músculos, la insulinorresistencia se manifiesta con una precisión increíble. Por ejemplo: cuando tenemos una pierna escayolada (y por tanto inmovilizada), en pocos días su sensibilidad a la insulina cae a la mitad en comparación con la sensibilidad a la insulina de la otra pierna. Los mecanismos moleculares que explican la resistencia a la insulina en los músculos inmóviles son fascinantes. Resumiendo lo esencial, lo que sucede es que la inmovilidad secuestra las vías por las que se propaga la inflamación. Ya hemos visto detalladamente cómo la inflamación estimula la resistencia a la insulina (repasa el Capítulo 12). Pues bien, si no usamos los músculos, ocurre la misma concatenación de eventos: los músculos inactivos experimentan un incremento de los eventos inflamatorios, que a su vez propulsan la resistencia a la insulina.

[…]

                La solución más sencilla para suavizar el impacto de permanecer sentados sobre la resistencia a la insulina consiste en interrumpir la postura levantándose durante apenas dos minutos cada período de 20 minutos. Por ejemplo, bastaría con flexionar los músculos de vez en cuando. Contraer un músculo 30 veces durante unos segundos es suficiente para contribuir a reducir el riesgo”.

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (pp. 172 y 173). Edaf.

 Parte III: La solución. ¿Cómo se puede luchar contra la resistencia a la insulina?

Yo siempre creí que la “grasa” de los alimentos era esa substancia gelatinosa que acompaña a algunas carnes o chorizos; sin embargo, el Dr.  Benjamin nos muestra en sus  cuadros sobre alimentos las porciones de grasas, carbohidratos y proteínas que contienen casi todos los alimentos. Y nos comenta la importancia de esta grasa para quedar saciados ante el “hambre real”:

 “¿Por qué se nos despierta el hambre?

Pensamos que el hambre surge en función de si tenemos el estómago lleno o vacío. Esa es la idea que nos impulsa a comer alimentos supuestamente sanos en grandes raciones, cosas como la fibra. O sea, algo que te llene pero sin añadir muchas calorías al total. Pero sentir hambre es un mecanismo más complejo, que no se rige exclusivamente por la cantidad de espacio libre que nos quede en los intestinos. En parte, el hambre depende de la energía (medida en calorías) que les proporcionamos a nuestras células. Si ellas detectan que el suministro es insuficiente pueden activar la sensación de hambre en el cerebro, que la transmite al estómago. Si no fuese así, cualquier paciente a quien se le administrase nutrición por vía intravenosa sufriría un hambre atroz, pero eso no sucede.

        Mientras exploraba qué es más relevante para la sensación de hambre, si la energía o la masa, un grupo de investigadores se encontró con que una infusión para administrar por vía intravenosa solo contenía glucosa, la persona que la recibiese sentiría hambre. Pero si la misma infusión también contenía algo de grasa, el hambre desaparecía. En otras palabras, aunque los estómagos de los dos grupos de participantes estaban vacíos, si sus células detectaban que la cantidad de energía recibida era adecuada, especialmente si era en forma de grasas, al organismo no lo acuciaba la necesidad de comer y la persona se sentía satisfecha. Cuando comemos la energía de los alimentos nos genera más sensación de saciedad que la masa pura y dura: si tus células están bien alimentadas, les da igual que haya o no haya algún elemento que ocupe mucho espacio en el estómago”.

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (pp. 196 y 197). Edaf.

El Dr. Benjamín destaca la importancia de tomar un buen desayuno debido a la influencia de las hormonas, que siguen los ritmos circadianos de nuestro cuerpo y provocan “resistencia a la insulina”:

El ritmo circadiano y el fenómeno del amanecer.

                Nuestro organismo dispone de un ritmo inherente que regula numerosas funciones, mucho más allá del régimen de sueño y vigilia. Los niveles de hormonas muy potentes, como el cortisol y la hormona del crecimiento, suben y bajan a lo largo de día y noche, como las mareas. La insulina también sigue de forma natural este ritmo, aunque no hayamos comido. Sus niveles empiezan a remontar alrededor de las 5:30 de la madrugada e inician su descenso aproximadamente dos horas después. Esos niveles de insulina al alza indican la existencia de un estado leve de insulinorresistencia, y lo más importante, no se trata de un fenómeno que suceda únicamente cuando sufrimos falta de sueño. Ocurre todos los días, aunque hayamos dormido toda la noche de un tirón. Esa resistencia a la insulina pasajera de primera hora de la mañana se conoce como “fenómeno del amanecer”.

                Un ensayo controlado midió la variación en los niveles de insulina de un grupo de personas a quienes se les ordenó beber la misma cantidad de glucosa durante tres momentos de la jornada (mañana, primera hora de la tarde y primera hora de la noche) y detectó que la respuesta de la insulina más aguda se registra por la mañana. La más tenue era por la noche. La razón por la cual el cuerpo necesitaba más insulina a primeras horas es el resultado de la labor de las hormonas que se oponen a las acciones de la insulina. Ya he mencionado que uno de los principales efectos de la insulina es reducir la glucosa en sangre, porque la conduce hacia tejidos, como los tejidos musculoesqueléticos o los adiposos. Por el contrario, las hormonas cuyo nivel asciende hacia el final de nuestro ciclo de sueño como las catecolaminas, la hormona del crecimiento y muy especialmente el cortisol actúan para incrementar la cantidad de glucosa en sangre. Todo ello obliga a la insulina a esforzarse más para cumplir su misión. Lo cual lleva aparejado que aumente la resistencia a la insulina”.

[…]

                Dudo mucho que ninguna otra comida del día se asiente tan a menudo con alimentos tan poco recomendables. Para gran parte del mundo, desayunar significa atiborrarse principalmente de azúcares y almidones: zumos, cereales, bollos, arroz o tostadas. Como veremos en las próxima páginas, si tu desayuno medio tiene esta pinta, bien podrías dejarlo en la mesa y sustituirlo por una inyección de insulina”.

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (pp. 198 y 199). Edaf.

Del capítulo de “El cerebro y los trastornos neurológicos” extraigo el gran descubrimiento de “las cetonas” para dotar de energía a nuestro cerebro y el Dr. Benjamín nos dice cómo producirlas:

El cerebro exige una cantidad de energía tremenda. Mientras se encuentra en reposo, es uno de los tejidos con actividad metabólica más intensa (multiplica varias veces la de los músculos) y de ahí que sea tan sensible a cualquier carencia de energía. Es un motor de altas prestaciones y cuando el combustible escasea, petardea. Estando bien alimentado (o sea tras ingerir una comida convencional), recibe el 100 % del suministro energético que necesita a través de la glucosa. En ayunas, por el contrario, esa proporción se reduce a la mitad. La otra mitad de la energía la obtiene entonces de unos compuestos llamados cetonas, de los que hablaremos más adelante.

[…]

Cuando la concentración de insulina disminuye tanto, el organismo cambia su modo de actuar y empieza a quemar grasas en lugar de de glucosa para abastecerse de energía. Esto puede suceder tras un período de ayuno (por ejemplo, de 18-24 horas) o si restringimos la toma de carbohidratos. Mientras el organismo sigue quemando grasas, el hígado convierte parte de los lípidos en cuerpos cetónicos, que en esencia son un combustible de reserva para diversas partes del organismo, especialmente el cerebro.

Hace años se consideraba que los cuerpos cetónicos eran desechos metabólicos, porque la comunidad científica desconocía aún que finalidad cumplían. ¡Pero los tiempos han cambiado! Hoy los cuerpos cetónicos no solo se reconocen como una fuente de combustible explotable por casi todas las células, incluidas las del cerebro y los músculos, sino que sabemos que son moléculas muy importantes, que emiten señales con múltiples efectos benignos. Algunos de los beneficios que sabemos que deparan los cuerpos cetónicos son incrementar el número de mitocondrias en las células (los orgánulos celulares que descomponen las grasas), reducir el estrés oxidativo y controlar la inflamación”

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (pp. 51, 52 y 210). Edaf.

  Y   LA DESPEDIDA… 

            Como dice el Dr. Benjamin en su Introducción, aunque el libro hable de enfermedades, tiene un final feliz:

“Dado que hay tantas dolencias asociadas a la resistencia a la insulina, he dedicado buena parte de la obra a analizar cómo puede causarnos problemas de salud muy, muy agudos. Muchas de las enfermedades que trataré (diabetes tipo II, enfermedades coronarias, trastornos de Alzheimer y algunos tipos de cáncer) son graves, sin cura conocida. Así que no me extrañaría que, a veces, te parezca que estás leyendo una novela de terror. No desesperes; a pesar de todos los trastornos crónicos que puede originar, la resistencia a la insulina se puede prevenir e incluso revertir. Y veremos cómo, en detalle. Tal vez leas cosas que te asusten, pero te prometo que el libro tiene un final feliz: podemos luchar y, si nos equipamos con soluciones basadas en la ciencia, podemos vencer”.

Bikman, Benjamin.  (2024): “¿Por qué enfermamos? Descubre y aprende a combatir la epidemia oculta tras las enfermedades crónicas. (p. 18). Edaf.

        Con mucho cariño.

        Paulino

lunes, 4 de agosto de 2025

La revolución de la glucosa

 

    Jessie Inchauspé es la autora de “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida.” Editorial Diana.

    La autora es una bioquímica e investigadora que vive entre California y Francia. Está licenciada en matemáticas por el Kings College, en Londres, y tiene un máster en bioquímica por la Universidad de Georgetown. Su trabajo en una start-up de análisis genético en Silicon Valley le hizo darse cuenta del poder de los hábitos alimentarios. Es la fundadora de la popular cuenta de Instagram @GlucoseGoddess  un movimiento que está ayudando a la gente a reconectar con su cuerpo.

Jessie comparte en su libro el sorprendente descubrimiento sobre el papel esencial que tiene la glucosa en todos los aspectos de nuestra vida, desde los antojos hasta la fertilidad y nos indica:

“Este libro está dividido en tres partes: (1) qué es la glucosa y a qué nos referimos cuando hablamos de picos de glucosa, (2)por qué son perjudiciales los picos de glucosa y (3) qué podemos hacer para evitar los picos y seguir comiendo los alimentos que nos gustan”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (p. 21). Diana.

De la primera parte te extraigo la metáfora de la cabina del avión que me encantó, porque recoge la finalidad de este blog “Lecturas para compartir” y el espíritu de los libros de divulgación científica como el de Jessie Inchauspé y dice asi:

“Navegar por nuestra salud a veces puede hacernos sentir como cuando echamos un vistazo a la cabina del piloto de un avión de camino a nuestro asiento. Vemos cosas complicadas por todas partes: pantallas, diales, palancas, luces intermitentes, botones, interruptores, más palancas…, botones a la izquierda, a la derecha, en el techo (ahora en serio, ¿por qué hay botones en el techo?). Apartamos la mirada y nos sentimos agradecidos de que los pilotos sepan lo que están haciendo. Como pasajeros, lo único que nos importa es que el avión permanezca en el aire. En lo que concierne a nuestro cuerpo, somos los pasajeros que no tienen ni idea, pero (ojo con el giro de la trama) también somos los pilotos. Y si no sabemos cómo funciona nuestro cuerpo, es como si voláramos a ciegas.

Sabemos cómo queremos sentirnos. Queremos despertarnos con una sonrisa en los labios, sentirnos llenos de energía y emprender el día con entusiasmo. Queremos movernos con ligereza, que no nos duela nada. Queremos pasar tiempo de calidad con nuestros seres queridos, queremos sentirnos positivos y agradecidos. Pero saber cómo conseguirlo no es tarea fácil. Nos abruman todos los botones. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Por dónde tenemos que empezar?

Deberíamos empezar con la glucosa. ¿Por qué? Porque es la palanca de la cabina del piloto que más nos recompensa. Es la más fácil de descubrir (gracias a los monitores continuos de glucosa [MCG]), afecta a cómo nos sentimos de forma instantánea (porque influye en nuestra hambre y nuestro estado de ánimo) y muchas cosas se ponen en su sitio en cuanto la tenemos bajo control”.

    Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 37 y 38). Diana.

En mi última analítica del 25 de noviembre de 2024 mis resultados en la “Glucemia media estimada” fueron de 111,2 mg/dl y mi médica de familia no me comentó nada al respecto y mi nutricionista simplemente me comentó que tenía algo alto el azúcar en sangre. Sin embargo, después de leer este libro me di cuenta de que soy una persona diagnosticada como PREDIABÉTICA.

Y Jessie Inchauspé explica lo siguiente respecto a los valores de la glucosa:

    “Cuando los médicos miden la cantidad de glucosa que tenemos en el cuerpo, a menudo nos sacan sangre y valoran la concentración de glucosa que hay allí. Pero la glucosa no queda en la sangre. Se filtra por todas las partes del cuerpo y se puede medir en cualquier parte.

Por eso, con un MCG (Monitor Continuo de Glucosa) puedo medir la cantidad de glucosa que tengo en el cuerpo sin tener que sacarme sangre: percibe la concentración de glucosa que tengo entre las células grasas de la parte posterior del brazo.”

[…]

“Estudios recientes han demostrado que los valores de glucosa en ayunas deberían oscilar entre los 72 y los 85 mg/dl (comparado con los 111.2 de mi analítica, sin comentarios). Esto se debe a que hay más probabilidades de desarrollar problemas de salud a partir de los 85 mg/dl.

Además, aunque nuestro nivel en ayunas nos da información acerca de si corremos riesgo de padecer diabetes o no, no es lo único que tener en cuenta. Incluso si nuestro nivel en ayunas es “óptimo”, puede que experimentemos picos de glucosa a diario. Los picos son aumentos y descensos súbitos de la concentración de glucosa después de comer, y son dañinos.

[…]

“Así que en este libro voy a definir los picos de glucosa como aumentos de glucosa en el cuerpo de más de 30 mg/dl después de comer.

El objetivo es evitar los picos, sea cual sea tu nivel en ayunas, porque lo más problemático es la variabilidad que estos provocan. Pasarse años experimentando picos a diario de forma repetida es lo que aumenta lentamente nuestro nivel de glucosa en ayunas, un patrón que no descubrimos hasta que se clasifica ese nivel como prediabético. Y para entonces, los daños ya han empezado”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 66 y 67). Diana.

Jessie Inchauspé se coloca un Monitor Continuo de Glucosa (MCG) y comienza la  revolución de la glucosa en su propia piel, nunca mejor dicho, y nos cuenta: 

“Hace mucho tiempo tuve una revelación que dio el disparo de salida a mi investigación sobre la glucosa: cómo me siento ahora está estrechamente conectado con los picos y las bajadas de mi curva de glucosa.

Un día, en el trabajo —debían de ser las once de la mañana—, estaba soñolienta que apenas podía mover los dedos para hacer clic con el ratón. Me resultaba imposible concentrarme en lo que estaba haciendo. Así que hice un esfuerzo colosal para levantarme, fui hasta la cocina de la oficina y me serví un enorme café solo. Me bebí la taza entera y aún me sentía agotada. Miré mis niveles de glucosa: estaban en una pronunciada pendiente descendiente después de un gran pico provocado por la ingesta de una galleta con pepitas de chocolate y un toque de sal, y un capuchino con leche desnatada para desayunar. Me sentía cansada porque estaba en una montaña rusa glucémica.

Cuando empecé a descubrir más cosas acerca de la glucosa, aprendí que hay un amplio abanico de síntomas no deseados a corto plazo asociados con los picos y las bajadas, y que son diferentes en cada persona. Para algunos, los síntomas son sensaciones de mareo, náuseas, palpitaciones, sudores, antojos de comida y estrés, mientras que para otros, como yo, son agotamiento y mente nublada. Y para muchos miembros de la comunidad Glucose Goddes, un pico de glucosa también puede suponer mal humor o ansiedad.

A largo plazo, los procesos que los picos ponen en marcha (estrés oxidativo, glicación, inflamación y exceso de insulina) provocan enfermedades crónicas, desde diabetes tipo 2 hasta artritis y depresión”.

[…]

“Lo más probable es que formes parte del 88 % de los adultos que tienen unos niveles de glucosa desregulados y que sufras, sin saberlo, las muchas consecuencias de los picos que te acabo de describir, tanto efectos secundarios a corto plazo como enfermedades a largo plazo. Tanto las arrugas y el acné como los antojos, el hambre, las migrañas, la depresión, la mala calidad del sueño, la infertilidad o la diabetes tipo 2 son mensajes del cuerpo. Y aunque estos problemas son muy comunes. Los descubrimientos recientes demuestran que son reversibles en la mayoría de los casos”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 85, 86 y 102). Diana.

    Antes de contarte tres de sus trucos de la tercera parte del libro, Jessie Inchauspé  te aclara que  “Eres especial”, título de uno de sus últimos capítulos, y dice:

Los trucos de este libro funcionan para todo el mundo. Da igual quien seas, comer los hidratos de carbono al final y añadir un entrante verde a tu comida siempre aplanará tu curva de glucosa. Un desayuno salado es la mejor opción. El vinagre y el ejercicio físico te permitirán comerte un pastel y a la vez mantener la salud. Sin embargo, dentro de una categoría concreta de comida, por ejemplo, los postres, la mejor opción para una persona puede que no sea la mejor para otra.

                En 2019 ayudé a mi amiga Luna a ponerse en forma con un monitor de glucosa y ella me ayudó con un experimento complejo. Primero, tomamos exactamente el mismo desayuno y el mismo almuerzo, que nos provocaron picos. Luego, a media tarde, hice galletas, saqué helado del congelador y le pedí que nos lo comiéramos a la vez.

                Lo que pasó fue alucinante.

                Yo tuve un pico descomunal; ella, apenas. Ninguna de las dos hizo ejercicio en las dos horas anteriores o posteriores de la ingesta, ni tomó vinagre. Puede que te preguntes qué narices está pasando. ¿Por qué la galleta me disparó los niveles de glucosa por las nubes y a ella no?

                Esto no fue por casualidad, ni un caso aislado. Desde 2015, equipos de investigación de todo el mundo han llegado a ese mismo resultado tan extraño: la misma comida puede crear diferentes respuestas dependiendo de la persona.

                Estas diferencias se deben a muchos factores: la cantidad de insulina basal, nuestra masa muscular, la diferente microbiota intestinal, estar más o menos hidratado, descansado o estresado, haber hecho ejercicio recientemente o no (o hacerlo después de comer), y suma y sigue. Algunos estudios incluso descubrieron que si piensas que estás a punto de comerte algo dulce, esto puede provocar que lo que comas te genere un pico más grande a ti que a otra persona.

                Pero aunque los niveles máximos de nuestros picos fueron distintos, se aplica el principio general: si Luna y yo hubiéramos comido frutos secos antes de las galleta, ambos picos hubieran sido proporcionalmente más pequeños.

[…]

“Los trucos de este libro funcionan con todo el mundo, no necesitas ponerte un MCG (Monitor Control Glucosa) para utilizarlos. Pero si algún día te pones uno, puede que descubras alimentos concretos que te van mejor a ti”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 257, 258 y 259). Diana.

En el “Truco 1: Come los alimentos en el orden correcto” Jessie Inchauspé nos cuenta e ilustra con la metáfora del lavabo y dice:

 “Muy a menudo nos centramos en lo que tenemos y lo que no tenemos que comer. ¿Pero qué pasa con cómo comemos? Resulta que cómo comemos tiene un gran efecto en nuestras curvas glucémicas”.

[…]

¿Cuál es el orden correcto? La fibra primero, la proteína y la grasa después, y los almidones y los azúcares lo último. Según los investigadores, el efecto de esta secuencia es comparable a los efectos de los medicamentos para la diabetes que se recetan para disminuir los picos de glucosa.

[…]

“La explicación de este efecto tan sorprendente está relacionado con el funcionamiento de nuestro sistema digestivo. Para poder visualizarlo mejor, imagínate que tu estómago es un fregadero y que tu intestino delgado es la tubería que hay por debajo.

                Todo lo que comes acaba en tu fregadero, luego fluye por la tubería donde se descompone y se absorbe al torrente sanguíneo. Cada minuto se filtra comida del fregadero a la tubería que contiene de media tres calorías (este proceso se llama vaciamiento gástrico).

                Si los almidones o los azúcares son lo primero en llegar al estómago, llegan al intestino delgado muy rápido. Allí se descomponen en moléculas de glucosa que llegan a gran velocidad al torrente sanguíneo. Esto crea un pico de glucosa”.

[…]

                Por el contrario, comer las verduras primero y los hidratos de carbono después cambia drásticamente lo que pasa.

                Empieza saboreando el brócoli. El brócoli es un vegetal y los vegetales contienen una gran cantidad de fibra. Tal y como hemos visto, el sistema digestivo no descompone la fibra en glucosa, sino que va desde el fregadero, pasando por la tubería, hasta... el alcantarillado, lentamente y sin ser modificada.

                Pero esto no es todo.

                La fibra tiene tres superpoderes: primero, reduce la acción de la alfa-amilasa, la enzima que descompone el almidón en moléculas de glucosa. Luego, ralentiza el vaciamiento gástrico. Cuando hay fibra presente, los alimentos gotean del fregadero a la tubería más despacio. Por último, crea una malla viscosa en el intestino delgado; esta malla hace que a la glucosa le resulte más difícil llegar al torrente sanguíneo. Con estos mecanismos, la fibra ralentiza la descomposición y  la absorción de cualquier glucosa que llegue al fregadero después de ella; el resultado es que la fibra nos aplana las curvas de glucosa.

                Cualquier almidón o azúcar que comamos después de la fibra tendrá un efecto reducido en nuestro cuerpo. Conseguiremos la misma satisfacción al comerlo, pero con menos consecuencias”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 107, 108, 109, y 110). Diana.

Del “Truco 3: Deja de contar calorías” Jessie Inchauspé reclama nuestra atención sobre las moléculas de los alimentos que comes y no tanto sobre sus calorías, y explica:

¿Y lo de perder peso, depende solo de consumir menos calorías? Antes pensábamos que sí, pero este mito también se ha desmentido. Y en el estudio que acabo de mencionar tienes una pista: muchos de los adolescentes del estudio empezaron a perder peso aunque estaban comiendo la misma cantidad de calorías que antes. ¿Imposible? No, pero lo que está claro es que va en contra de todo lo que nos han dicho durante muchos años.

De hecho, los estudios más recientes demuestran que las personas que se centran en aplanar sus curvas de glucosa pueden comer más calorías y perder más grasa con mayor facilidad que quienes comen menos calorías, pero no aplanan sus curvas de glucosa. Deja que te lo repita: las personas que siguen una dieta para aplanar las curvas de glucosa pueden perder más peso comiendo más calorías que quienes comen menos calorías, pero tienen picos en los niveles de glucosa. Por ejemplo, un estudio de 2017 de la Universidad de Michigan demostró que cuando los sujetos con sobrepeso se centraron en aplanar sus curvas de glucosa (incluso si ingerían más calorías que el otro grupo), perdieron más peso (7,7 kilos versus 1,8) que los sujetos que comían menos calorías y no controlaban sus niveles de azúcar en sangre.

Tiene que ver con la insulina: cuando disminuimos los niveles de glucosa, nuestros niveles de insulina también bajan. Una investigación de 2021 que examinó sesenta estudios sobre la pérdida de peso demostró que la reducción de insulina es fundamental y que siempre precede a la pérdida de peso”.

[…]

                Así que recuerda: la salud y la pérdida de peso están más relacionadas con qué moléculas ingieres que con el número de calorías que te comes.

                ¿Y esto que significa para nosotros?

                Significa que puedes añadir calorías a tu comida sin miedo, si estas ayudan a domar los picos de glucosa de esa comida (por ejemplo, si las moléculas son fibras, grasa o proteínas). Si añadimos una ensalada aliñada a una comida, las calorías que añadimos son beneficiosas porque nos ayudan a mantener los niveles de glucosa e insulina bajos, e incluso nos ayudan a que absorbamos menos calorías de lo que comemos después de la ensalada (gracias a la malla que crea la fibra). En comparación, nos mantenemos saciados más tiempo, podemos quemar más grasa y ganamos menos peso.

                Dale la vuelta a este razonamiento: si añadimos más glucosa o fructosa a una comida, se incrementan los picos, lo cual provoca un aumento de peso, más inflamaciones y menos sensación de saciedad”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 140, 141, 147 y 148). Diana.

El “Truco 8: Después de comer, muévete” fue el truco que me llevó a conocer a Jessie Inchauspé, seguir su cuenta de Instagram y leer su libro. Y todo porque Estefanía (nombre modificado), una antigua compañera del Colegio O Pombal y, que es diabética, me contó que lo que más resultado le daba para controlar su glucosa era el andar media hora después de cada comida. Me animó a que lo probase y dentro de un año, en la próxima comida de jubilación, seguro que ya veríamos los resultados, porque esto me lo contó en la comida de jubilación de Rosa González y Rosa Guzmán en junio de 2025. Así que este es mi reto para el próximo curso escolar 2025-2026, y Jessie Inchauspé nos lo cuenta así:

                “Hay muchas tradiciones que recomiendan caminar después de comer, como la costumbre india de dar “cien pasos”, y existen por un buen motivo. En cuanto a la afluencia de glucosa (de un gran bol de arroz, por ejemplo) entra en el cuerpo, pueden pasar dos cosas. Si permanecemos sedentarios, cuando el pico llega al punto más alto, la glucosa inunda nuestras células y satura las mitocondrias. Se producen radicales libres, aumenta la inflamación y el exceso de glucosa se almacena en el hígado, en los músculos y en la grasa.

                Si por el contrario, contraemos los músculos cuando la glucosa pasa de los intestinos al torrente sanguíneo, nuestras mitocondrias tienen una mayor capacidad de combustión. No se saturan tan rápido: están encantadas de utilizar la glucosa extra para fabricar ATP y proporcionar combustible a nuestros músculos en funcionamiento. En un gráfico de un MCG (Monitor Control Glucosa), la diferencia es evidente”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 209 y 210). Diana.

Y   LA DESPEDIDA… 

“Espero que leyendo este libro hayas aprendido que los síntomas que experimentas son en realidad poderosos mensajes. Tu cuerpo te está hablando.

                Mi objetivo ha sido llevar ciencia objetiva y actualizada al terreno de la acción, para convertir investigaciones imparciales en herramientas realistas que te proporcionen conocimiento sobre el funcionamiento de tu cuerpo y que te ayuden a sentirte genial”.

Inchauspé, Jessie.  (2025): “La revolución de la glucosa. Equilibra tus niveles de glucosa y cambiarás tu salud y tu vida” (pp. 261 y 262). Diana.

Con mucho cariño.

Paulino.

viernes, 14 de marzo de 2025

La microbiota estresada

         La doctora M. ª Dolores de la Puerta  ( @doctoradelapuerta)  presentó su segundo libro “La microbiota estresada. Cuida tu intestino para superar la ansiedad, mejorar tu salud y ser más feliz” el viernes 8 de marzo de 2025 en el Club Faro en el MARCO (Museo de Arte Contemporáneo) de Vigo.

        El auditorio se quedó pequeño, porque hubo personas que no pudieron entrar, y fue una pena que se perdieran la maravillosa presentación de LA MICROBIOTA  que nos hizo la doctora.

Luego el catedrático de Fisiología-Endocrinología de la Universidad de Vigo, Federico Mallo le hizo algunas preguntas sobre su libro y más tarde llegó el turno del público.

        Al día siguiente, el decano de la prensa el Faro de Vigo, publicó un artículo de  Ágatha de los Santos titulado: “De la Puerta: “Una microbiota fuerte contribuye a un estado anímico feliz”

        En este artículo la periodista recoge la respuesta que la doctora De la Puerta dio cuando le pregunté acerca del tratamiento con trasplante de microbiota fecal (TMF), porque el Dr. David Perlmutter en su libro Alimenta tu cerebro cuenta casos clínicos que parecen increíbles; pero la doctora nos confirmó que, efectivamente,  tiene compañeros extranjeros que están utilizando este tratamiento con muy buenos resultados y que; sin duda, será el tratamiento del futuro.

        De la doctora Dolores de la Puerta tienes dos títulos más en mi blog: LECTURAS PARA COMPARTIR:

-          “ La inflamación crónica” LECTURAS PARA COMPARTIR

-          “Un intestino feliz” LECTURAS PARA COMPARTIR  sobre su primer libro que también lo presentó en Vigo el 15 de septiembre de 2023.

        La doctora se presenta en su libro:

        “Soy la doctora Mª Dolores de la Puerta y nací en Cartagena. Mi inquietud profesional y circunstancias personales hicieron que en el año 2000 me enamorara del maravilloso mundo de la microbiota intestinal.

        Tengo la suerte de haber podido reconducir mi actividad profesional para dedicarme a ella por completo en consulta hace ya más de veinte años. Como médico, nada me gustaría más que poder atender a todas las personas que solicitan mi ayuda, pero soy humana y la capacidad asistencial es limitada web de la doctoradelapuerta. 

De la Puerta, Mª. D. (2025): “La microbiota estresada. Cuida tu intestino para superar la ansiedad, mejorar tu salud y ser más feliz” (solapa interior). HarperCollins.

         Te extraigo cuatros cuestiones de la lectura del libro que quiero compartir contigo:

            1. ¿Qué quiere decir con la expresión: la digestión mental?

            2. ¿Cuál puede ser nuestra mejor inversión en salud?

            3. ¿Qué debemos comer para sentirnos mejor en general?

            4. ¿Qué significa la inteligencia espiritual?

1. ¿Qué quiere decir con la expresión: la digestión mental?

        La doctora  utiliza esta expresión para explicarnos una asociación que ella ha constatado en su consulta:

        “A lo largo de los años he tenido ocasión de observar en los pacientes multitud de vínculos físico-emocionales, como el miedo-diarrea o la angustia vital-estreñimiento. Eso me ha permitido tener la constatación clínica que confirma la relación entre el tránsito intestinal y la digestión mental. La investigación también demuestra que hay una asociación directa entre la “digestión” de los pensamientos y las emociones que se vincula con la digestión de los alimentos y el tránsito intestinal. De forma recíproca, también los desórdenes digestivos afectan al estado de ánimo.

[…]

El desorden en la actividad del eje microbiota-intestino-cerebro está detrás de muchos trastornos tanto físicos como psicológicos y emocionales. Y entre ambas caras de la misma moneda, la física y la emocional, hay una conexión bidireccional en cuanto a la causa y consecuencia.

        Por un lado, circunstancias externas como la alimentación, el estilo de vida, la toma de fármacos, el sueño o el estrés dan forma a tu microbiota y, además, sobre ella también influyen determinados predisponentes genéticos. Por otro, la microbiota regula la síntesis de moléculas neuroactivas, que son capaces de interactuar con el sistema nervioso central. Estos metabolitos son, principalmente, los neurotransmisores y los ácidos grasos de cadena corta.

        Cuando cualquier situación estresante o traumática se mantiene en el tiempo, siempre terminará afectando a la microbiota, alterando su composición y activando el sistema inmune. El encendido de esta alerta inmunitaria favorece estados proinflamatorios que a su vez alteran la microbiota, alteran la permeabilidad de la barrera intestinal y de la barrera hematoencefálica, alteran el umbral de neuroinflamación, alteran la síntesis de moléculas neuroactivas, etc.

         Niveles más altos de neuroinflamación —inflamación del cerebro— provocan cambios estructurales en las células gliales y en las neuronas implicadas en el aprendizaje, la memoria, la regulación del estado de ánimo y las emociones. Todo ello favorece la aparición de síntomas físicos y emocionales.

         Para mejorar tu digestión mental te recomiendo mirar y cuidar la microbiota. Los prebióticos benefician tanto a la mucosa intestinal como a la inmunidad, y los probióticos ayudan a recuperar la permeabilidad intestinal, mejorando así la función de la barrera mucosa y estabilizando el equilibrio de tus bacterias intestinales. También te pueden ayudar a modular la inflamación sustancias antioxidantes como los polifenoles, moléculas antiinflamatorias como el omega 3, aminoácidos o vitaminas del grupo B.

         Incorporar todo esto al ejercicio profesional abre paso a un bonito campo de la medicina que podríamos denominar psiquiatría funcional o psiquiatría nutricional”.

        De la Puerta, Mª. D. (2025): “La microbiota estresada. Cuida tu intestino para superar la ansiedad, mejorar tu salud y ser más feliz” (pp. 56, 62, 63 y 64). HarperCollins.

2. ¿Cuál puede ser nuestra mejor inversión en salud?

Resulta que si eres una buena persona, además de poder ganarte  el cielo cuando mueras, puede que tengas una microbiota más sana mientras vives. ¿Te imaginas?

        Esta es la conclusión personal que saqué cuando leí el tercer párrafo de este apartado:

        “He hecho referencia a la higiene mental como uno de los pilares en los que se apoya el equilibrio de la microbiota. Vamos a desarrollar y a reflexionar acerca de este concepto. Para ello, te propongo empezar respondiendo a la siguiente pregunta: ¿qué pensamientos tienes en la cabeza?, o, mejor, ¿qué pensamientos permites que se queden en tu cabeza? Quiero que sepas que en el cuerpo cada pensamiento y emoción es bioquímica.

        Si paras un momento y te observas, seguro que te das cuenta de que cada idea que pasa por tu cabeza hace que te sientas de forma muy diferente. Esto es porque, asociados a esa percepción y a ese sentimiento, el cuerpo produce unas u otras moléculas llamadas neurotransmisores. Ellos son los que están protagonizando esa conexión y esa percepción emocional, hablaremos mucho de ellos más adelante.

[…]

        Si en tu vida y en tu cabeza fomentas la generosidad, la empatía, el agradecimiento, la compasión o cualquier otro sentimiento bondadoso, las moléculas que circulan por tu cuerpo son antiinflamatorias. Esa sí que es y será la mejor inversión en salud. En cambio, si te permites tener sentimientos como el rencor, la envidia, la ira, la necesidad de venganza o cualquier otra maldad afectiva que se te pueda ocurrir, lamento comunicarte que estás comprando inflamación, una mala inversión”.

        De la Puerta, Mª. D. (2025): “La microbiota estresada. Cuida tu intestino para superar la ansiedad, mejorar tu salud y ser más feliz” (pp. 94 y 96). HarperCollins.

3. ¿Qué debemos comer para sentirnos mejor en general?

        La doctora nos propone un truco muy sencillo para redirigir los impulsos de dulce cuando estamos tristes o aburridos: 

        "¿Sabes cuál es la dieta que más te ayuda a fomentar el bienestar y la felicidad, los alimentos que contribuyen más eficazmente a modular tu ansiedad y a manejar el estrés? Aunque seguro que inmediatamente has pensado en los carbohidratos, no es así. La ciencia demuestra que aumentar el consumo de grasas y proteínas contribuye a reducir la ansiedad y la depresión, mientras que el consumo de mayor cantidad de carbohidratos fomenta el estrés, la ansiedad y la depresión.

         Cambiar la dieta permite modificar tu estado de ánimo y hacerte sentir más feliz.

        ¡Cuidado!, porque si cuando estás bajo de ánimo buscas un refugio rápido y tienes una sensación de recompensa inmediata comiendo chucherías dulces, en realidad solo estás fomentando que se mantenga la ansiedad. Te propongo reconducir el impulso. En esos momentos procura consumir grasas de calidad como frutos secos, aceitunas, semillas, o proteínas de calidad como queso, fiambres sin aditivos, huevos, tofu. Nada va a cambiar de la noche a la mañana, pero si estás atento, irás notando que este cambio te ayudará a empezar a sentirte mejor”.

        De la Puerta, Mª. D. (2025): “La microbiota estresada. Cuida tu intestino para superar la ansiedad, mejorar tu salud y ser más feliz” (pp. 114 y 115). HarperCollins.

4. ¿Qué significa la inteligencia espiritual?

        Siempre había escuchado lo de inteligencia emocional; pero, esta vez, la doctora va un poco más allá y nos habla de la inteligencia espiritual:

         “Te he hablado de la parte más práctica del abordaje de la neuroinflamación. Tenemos opciones para manejarla desde el intestino, equilibrando su microbiota y la actividad de su sistema nervioso local; también nos ayudan una buena calidad y cantidad de sueño y la melatonina, es fundamental la placentera actividad del nervio vago y, por último y no menos importante, te he contado los beneficios limpiadores del sistema glinfático. Toca hablar ahora de otra forma de prevenir la neuroinflamación, más inmaterial, mucho más emocional.

          Igual que la práctica habitual de ejercicio físico aporta salud a tu cuerpo físico, la práctica habitual de la espiritualidad, del tipo que sea, religiosa o laica, aporta beneficios a tu estado mental. Y hoy sabemos con certeza que la salud corporal y la mental están conectadas de muchas formas.

          No confundas religión con espiritualidad. Puedes ser agnóstico o ateo y ser una persona profundamente espiritual. Para ello, solo tienes que creer en la bondad esencial del ser humano. Es una forma de vida que permite vivir más allá de uno mismo, tendiendo la mano a los que te rodean y al mundo. El nivel de espiritualidad se manifiesta en la forma que tienes de relacionarte contigo y con los demás.

        En el contexto de esta espiritualidad hay un concepto que me encanta: la inteligencia espiritual. Está basada en la sabiduría vital. Nos permite interpretar las realidades más profundas y entender el auténtico sentido de las cosas más allá de nosotros mismos. Por ejemplo, nos permite entender o captar el mensaje de un texto por encima de lo que transmite su simple lectura, o podemos comprender lo que alguien está transmitiendo cuando te está hablando más allá de las palabras que dice.

            Este tipo de inteligencia da un sentido espiritual a la vida y contribuye a hacer que te sientas íntimamente bien, más allá de cuáles sean tus circunstancias personales, laborales, afectivas o económicas.

           La inteligencia espiritual es un regalo exclusivamente humano que te ayuda a ser feliz.

           La inteligencia espiritual se construye desde la infancia y te ayuda a entender la esencia de las cosas, de las personas y de nosotros mismos”.

            De la Puerta, Mª. D. (2025): “La microbiota estresada. Cuida tu intestino para superar la ansiedad, mejorar tu salud y ser más feliz” (pp. 143 y 144). HarperCollins.

        Un saludo muy afectuoso a ti y a todos tus bichos de la microbiota.

        Paulino.

jueves, 6 de febrero de 2025

Pienso, luego como (demasiado)

        “Pienso, luego como (demasiado)”  escrito por el equipo de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Universitario Infanta Leonor nos ofrece una visión amplia de los factores emocionales, psicológicos, cognitivos y fisiológicos que influyen en la forma de alimentarnos.

        Del libro os comparto dos ideas que nos hablan de la relación tan estrecha que hay entre los hábitos alimenticios y la salud mental:  

1. LA OBESIDAD COMO TRASTORNO PSICOSOMÁTICO

2. ¿POR QUÉ SE PRODUCE EL HAMBRE EMOCIONAL?


LA OBESIDAD COMO TRASTORNO PSICOSOMÁTICO

           “ Al estudiar y constatar la resistencia de las personas con obesidad al cambio efectivo y mantenido de sus hábitos y conductas relacionadas con la alimentación, empezamos a entender la obesidad como un trastorno psicosomático, es decir, desde una perspectiva biopsicosocial que desborda la habitual identificación de este trastorno como un problema meramente médico-biológico.

        A la hora de entender la importancia de lo psicológico, en una primera aproximación a la psicopatología relacionada con la obesidad encontramos ciertos trastornos primarios, es decir, que actúan como desencadenantes o agravantes del problema del sobrepeso, y, por otro lado, problemas derivados de la repercusión que la obesidad tiene en esas personas, que son un factor relevante en la cronicidad y ensombrecen el pronóstico.

        Aunque todavía tienen poca presencia en los servicios sanitarios, algunos equipos empiezan a desarrollar modelos para aproximarse al problema de la obesidad como un trastorno del control de los impulsos o como una adicción a la comida. También se empiezan a poner en práctica terapias basadas en modelos psicológicos, como el enfoque cognitivo-conductual o el sistémico, que, basados en una perspectiva que transciende a lo “psicológico” del individuo, pero sin caer en la vaguedad de “lo social”, tratan de abordar el problema de la obesidad mediante un encuadre que incluye las relaciones de pareja y de familia o la gestión de las emociones o de las distorsiones del pensamiento.

        Es cierto que, hasta la fecha, la psiquiatría y la psicología han ido prestando una atención creciente a los trastornos de la conducta alimentaria —anorexia nerviosa y bulimia nerviosa, principalmente—cuya psicopatología asociada resultaba evidente para cualquier profesional de la salud. En cambio, la obesidad no ha recibido tanta atención, por motivos de sesgo cultural, más que científicos. Sabemos que el hecho de que no haya una relación tan visible entre la obesidad y los componentes psicológicos (al menos, no existe un único perfil psicológico que llegue a explicar todos los casos de obesidad) ha perjudicado los intentos de aproximación desde la salud mental a los sujetos obesos. Sin embargo, que esta relación no sea fácilmente visible no quiere decir que no exista ni menos aún que esta no sea un factor decisivo en el curso del trastorno.

        Nosotros consideramos que el factor psicológico, entendido como cognitivo, emocional y conductual, puede situarse en la causa y el mantenimiento o bien propiciar la resistencia a los trastornos de la obesidad que solamente operan en la faceta “biológica” del sujeto. Algunos autores consideran la obesidad como un trastorno identificado por el DSM-IV (MDE en castellano, por Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) como trastorno de la alimentación no especificado (F50.9), pues describe a la mayoría de los pacientes con obesidad.

        Quintero J. et al. (2021): “Pienso, luego como (demasiado). Comprende el impacto de las emociones en el sobrepeso y aprende a controlarlo de forma consciente” (pp.28 y 29). Shackleton Books.

¿POR QUÉ SE PRODUCE EL HAMBRE EMOCIONAL?

        “En primer lugar, analizaremos el sustrato biológico entre el hambre y las emociones. Sabemos que ambos comparten mecanismos neuronales para su regulación. En el cerebro existen algunas estructuras y circuitos que se encargan de modular tanto el hambre y la alimentación como las emociones.

        Cuando nos encontramos ante una situación amenazante que nos provoca una emoción negativa, como puede ser el miedo, el estrés o la ansiedad, hay una estructura cerebral, la amígdala, que se activa como respuesta a esa situación y que genera en nosotros estas emociones para que se active la alarma y seamos capaces de protegernos. Esta estructura es fundamental porque reconoce peligros potenciales y porque se encarga de almacenar esas emociones, para hacernos actuar de forma automática si aparecen de nuevo estas situaciones. Cuando la amígdala se activa, envía una señal al hipotálamo para estimularlo y que nuestro cuerpo se prepare ante el peligro. El hipotálamo es el responsable de que, cuando sentimos miedo o ansiedad, aumenten a sudoración y frecuencia cardiaca, se nos erice el vello o se nos dilaten las pupilas; es decir, nos prepara para hacer frente a la amenaza. Pues bien, el hipotálamo se encarga no solo de esa regulación de las emociones, sino también, como hemos visto en capítulos anteriores, del control de la alimentación, pues en él se localizan tanto el circuito del hambre como el de saciedad. Así pues, la activación de esas estructuras debido a una situación emocional puede alterar la regulación de la alimentación.

        La respuesta del organismo frente al estrés también puede contribuir al desarrollo de la alimentación emocional. En una situación de ansiedad, el hipotálamo segrega una hormona que desencadena la liberación de glucocorticoides desde la glándula suprarrenal. Estos glucocorticoides son sustancias que permanecen en el torrente sanguíneo durante un periodo prolongado de tiempo y que actúan sobre el apetito aumentándolo. Lo que significa que pueden llevarnos a una mayor ingesta de alimentos como consecuencia de una situación estresante. Además, esto explica las diferencias que podemos encontrar entre unas personas y otras y por qué hay a quien la ansiedad le aumenta el apetito y a quien no. Los individuos cuyas glándulas suprarrenales secretan de forma natural mayores cantidades de glucocorticoides como respuesta al estrés tienen mayor tendencia a comer más, lo que puede predisponer a sentir más hambre emocional. También tienen esa predisposición las personas cuyos cuerpos requieren más tiempo para limpiar el torrente sanguíneo del exceso de glucocorticoides. El tipo de estrés al que está sometida una persona también influirá en el hambre emocional. Estar sometido a estrés de forma intermitente pero frecuente desencadena liberaciones esporádicas y repetidas de glucocorticoides, interrumpidas por intervalos sin estrés demasiados cortos como para permitir una reducción completa hasta los niveles iniciales de glucocorticoides; es decir, las situaciones de estrés son tan continuas que siempre hay cierto exceso de corticoides en el torrente sanguíneo, lo cual se relaciona con un mayor aumento del apetito. Por lo tanto, aquellas personas cuyos estilos de vida conllevan situaciones de estrés intermitentes pero frecuentes tienen un mayor riesgo biológico para desarrollar hambre emocional”.

        Quintero J. et al. (2021): “Pienso, luego como (demasiado). Comprende el impacto de las emociones en el sobrepeso y aprende a controlarlo de forma consciente” (pp.100-102). Shackleton Books.

        Es curioso, pero no deja de ser un libro sobre alimentación escrito por expertos en salud mental, en el que nos dan una visión más amplia, con más aristas del prisma de los trastornos de la alimentación.

        Un saludo muy afectuoso.

        Paulino.


https://www.instagram.com/iglesias.paulino/ )