Isabel
Belaustegui Trías (@isabelaustegui) presentó su libro “Optimiza tu metabolismo. Recupera tu
flexibilidad metabólica, mejora la salud y pierde peso” (Grijalbo) el
viernes 9 de noviembre en una charla que ofreció en el Club Faro (MARCO de
Vigo).
Isabel durante la presentación de su
libro nos contó varias perlas de su libro —como decía ella. Y yo os extraigo
algunas perlas de su libro que espero os gusten.
La primera perla de su libro es sobre
la pregunta que le hice a Isabel cuando me dedicó su libro:
¿Isabel, por qué pasaste de la
medicina convencional a la medicina integrativa?
Y nos relata en la despedida de su libro cuál fue el motivo
de ese cambio:
“Uno de los mejores regalos que me ha dado la nutrición ha sido cumplir el sueño
de mi infancia. De niña soñaba con hacer natación sincronizada. Pasaba horas en
el agua, buceaba, daba volteretas, hacía el pino. Me quedaba hipnotizada viendo
a esas sirenas-deportistas de las muy pocas competiciones que se retrasmitían
por la televisión. ¡Yo quería ser una de
ellas! Pero mis circunstancias familiares no me lo permitieron. Luego me metí
en esta aspiradora que es la medicina y no hubo espacio para nada más.
Cumplidos los treinta, asumí que sería mi espinita clavada en el corazón. Tendría que irme de este mundo sin haber probado lo que tanto me atraía. Sin embargo, a los treinta y tres años se me presentó la oportunidad.
[…]
Por suerte, unos años antes me rompí. Había sufrido un agotamiento suprarrenal que me obligó a parar. Esa fue una de las decisiones más difíciles de mi vida: dejar a un lado la carrera prometedora por la que había luchado tanto, entregado tanta energía, tanto esfuerzo, tanto tiempo, tantas penas y centrarme en mí. Parar y cuidarme.
Recuerdo la sensación de vacío que
sentí y el miedo ante la incertidumbre. Por primera vez en muchos años, no
tenía una lista de tareas que hacer y metas que cumplir. Sólo un gran y único
objetivo: cuidar de mí, la persona que menos me había importado y (ahí
comprendí) ¡la más importante de mi vida!
Durante meses me dediqué a comer,
dormir y dar paseos por la playa. No tenía energía para nada más. Algo tan
sencillo como comer bien, descansar y pasear era justo lo que podía curarme. ¡Y
mucha paciencia!, porque un proceso de este tipo requiere tiempo.
La nutrición fue el eje de mi
tratamiento. Descubrí que lo que había estado haciendo, creyendo que era muy
sano (como comer un montón de fruta, alimentarse a base de cereales, beber
leche y no probar apenas la carne o el pescado), me había debilitado, así que
tuve que poner mi dieta patas arriba para restaurar todo el sistema. Se me
rompieron los esquemas, pero me atreví a probar.
Cuando estuve algo mejor, decidí
ahondar en este campo y saber más. Como médico, me parecía fundamental conocer
el papel de la nutrición en la salud y la enfermedad. Resultó que había alimentos
que enferman y otros que ayudan a curar, que había enfermedades relacionadas
con alimentos concretos, que la forma de cocinar la comida — ¡e incluso la
manera de combinarla!— tenía un impacto en la salud, y no solo física, sino
también mental y emocional.
De pronto encontré respuestas que la
medicina convencional no me había dado antes, en mis años de trabajo
asistencial en el hospital y en la investigación clínica, y vi legítimas mis
preguntas de científica chiflada que habían surgido ante el microscopio.
No era locura, sino un cambio de
paradigma. Pasar a pensar de manera global, dejar de vernos como objetos, algo
externo real sólo en la medida en que podemos testarlo con pruebas objetivas
diagnósticas, y empezar a integrar todas
las dimensiones —física, mental y emocional— en una persona-todo real.
[…]
Y al cabo de unos años llegó la
sorpresa de la natación sincronizada.
Por los cambios de vida que había ido
aplicando, tenía un físico que me permitía intentar esta disciplina: estaba
fuerte y tenía energía, resistencia, elasticidad, capacidad de coordinación,
amplitud respiratoria…
[…]
¡Mi gran aventura de la sincro!
Nos merecemos hacer realidad nuestro
potencial, hacer que germine la semilla que llevamos dentro y cumplir nuestro
propósito. La vida es encontrar lo que realmente somos y convertirnos en eso.
¡En nosotros mismos!”
Belaustegui, I. (2024): “Optimiza tu metabolismo. Recupera
tu flexibilidad metabólica, mejora la salud y pierde peso”. (pp. 275-278). Grijalbo.
¿Qué es la flexibilidad metabólica?
La segunda perla que extraigo del
libro responde a esa pregunta:
“Con todo el conocimiento agrupado, se
puede entender la flexibilidad metabólica como la capacidad de adaptación del
metabolismo de un organismo para conservar la homeostasis (el equilibrio
dinámico vital) de la energía.
Para eso, ajusta la disponibilidad y
la demanda de combustible a la abundancia o escasez, y a las variaciones de
composición de la dieta, la actividad física y las fluctuaciones de las
condiciones ambientales cambiantes.
A nivel molecular, esta plasticidad
recae en la configuración de las rutas metabólicas que tienen que ver con todo
el proceso de manejo de nutrientes, desde su recepción hasta su transporte,
almacenamiento y utilización. Esta compleja red metabólica está a su vez
condicionada por la síntesis, degradación y actividad de regulación de proteínas
clave (las enzimas), posicionadas en diversos circuitos metabólicos,
En el siguiente escalón, la
flexibilidad metabólica está ligada a la capacidad de la mitocondria de
seleccionar el combustible que empleará como respuesta a los cambios
nutricionales y de intervenir adecuadamente sobre él. La flexibilidad
metabólica sitúa el papel de la mitocondria en el epicentro de su misión.
Al final, en este ascenso, la
flexibilidad metabólica se expande con rapidez para enlazar con la capacidad de
todo el sistema: de la célula llega a los órganos completos, los sistemas y el
cuerpo entero.
Desde la molécula hasta la totalidad
de la persona, la flexibilidad metabólica posibilita todo lo que sucede en
nuestra biología. De ahí que los estudios que se llevan a cabo en este campo
desde finales del siglo XX estén demostrando que la pérdida de la flexibilidad
metabólica es el mecanismo subyacente que, en última instancia, condiciona el
estado de plenitud y bienestar o, por el contrario, el desarrollo de un amplio
abanico de problemas de salud, muchos de ellos muy comunes en la actualidad.
¡Y éste es nuestro Eureka, el hallazgo
que nos puede hacer salir corriendo por la emoción…!
Sabiendo todo esto, y siendo
conscientes de que podemos influir positivamente en la flexibilidad metabólica
con las decisiones que tomamos a diario, se nos desvela el secreto fundamental
del autocuidado y la salud. No porque queramos que las células se pongan a
hacer acrobacias, sino porque implica que podemos recuperar las riendas de la
salud y el bienestar, y vivir nuestra mejor versión”.
Belaustegui, I. (2024): “Optimiza tu metabolismo. Recupera
tu flexibilidad metabólica, mejora la salud y pierde peso”. (pp. 51-53). Grijalbo.
¿Cuáles son las dos rutas metabólicas?
La siguiente perla del libro es
explicar el funcionamiento de estas rutas o vías metabólicas que favorecen o
perjudican nuestra flexibilidad:
“Contamos entonces con dos opciones
para obtener energía de una forma saludable: el empleo de la glucosa y el de
las grasas. Cada una de ellas es una ruta única trazada por la secuencia
específica de reacciones químicas propias de cada nutriente. Todas estas reacciones
son coordinadas y reguladas por mediadores propios.
Se trata de dos caminos alternativos.
Tomamos uno u otro según las circunstancias de cada momento: qué necesitamos,
qué sustrato está disponible, qué maquinaria se pone en marcha, que hormonas dan
la señal…Son la vía de la glucosa y la
de la grasa.
[…]
Estas dos formas de almacenar la
energía nos permiten adaptarnos a los cambiantes requisitos de la vida.
Conocerlas nos ayuda a sincronizar de forma óptima lo que somos con lo que
comemos y hacemos para vivir con plena salud.
Durante mucho tiempo se ha considerado
que lo único relevante en este sentido es saber cuántas calorías entran en
nuestro organismo y cuántas salen, como si fuéramos una hucha. Ahora sabemos
que no todas las calorías son equivalentes ni repercuten en nuestra vida por
igual. Y que no funcionamos como un balance de cuentas.
Almacenamos la energía en un “sistema bicompartimental” (llamado así
porque comprende dos compartimentos). Más que en una hucha, disponer de la ruta
de la glucosa y la de la grasa nos da la oportunidad de preservar nuestros
ahorros en algo así como dos cuentas bancarias:
· Una cuenta de uso diario y libre de acceso que
equivale a los depósitos de glucosa en forma de glucógeno.
·
Una cuenta de seguridad de la que podemos
sacar dinero durante mucho tiempo, el tejido adiposo, custodiada por una clave:
los niveles bajos de insulina en la sangre.
En nuestro cuerpo, cuando se nos
termina el glucógeno (el dinero de la cuenta bancaria diaria), podemos acudir a
la grasa (la cuenta de seguridad). ¡Siempre y cuando tengamos en la sangre
niveles bajos de insulina! la hormona encargada de introducir la glucosa en las
células. Si la insulina sube, las células recurren a la glucosa (el dinero
corriente) y se bloquea el acceso a la grasa (los ahorros)”.
Belaustegui, I. (2024): “Optimiza tu metabolismo. Recupera
tu flexibilidad metabólica, mejora la salud y pierde peso”. (pp. 24 - 29). Grijalbo.
Y la última perla que te cuento del
libro es sobre la famosa insulina:
¿Cómo puedo reducir la insulina para
quemar la grasa y perder peso?
“¿Cuándo se eleva la insulina?
· Cada vez que comemos, pues todos los alimentos
estimulan la producción de insulina.
·
Cada vez que tomamos carbohidratos (pan,
pasta, galletas, cereales de desayuno, azúcar de mesa, fruta…), ya que son los
alimentos que más elevan la insulina.
·
En determinadas enfermedades, como la diabetes
tipo 2. El síndrome metabólico y la resistencia a la insulina, consecuencia
directa de los niveles constantemente altos de insulina.
La manera de cortar el círculo vicioso
de la elevación de insulina y la repercusión negativa que esto tiene en el
organismo (que reacciona elevando más aún los niveles) es encontrar una
estrategia que frene su producción.
Y aquí es donde entra en juego la
flexibilidad metabólica y una práctica ancestral de gran ayuda: el ayuno. El
ayuno es la manera más eficaz de reducir la insulina.
Si no paramos de comer, el cuerpo no
deja de recibir la señal de que hay que guardar energía en vez de quemar las
reservas
[…]
Con el ayuno, agotamos los depósitos
de glucógeno y mantenemos niveles bajos de insulina, con lo que el cuerpo es
capaz de quemar grasa y perder peso. Como está obteniendo la energía que
necesita, no sufre hambre ni frena el metabolismo.
La
cuestión es acceder a la cuenta bancaria de seguridad: la clave es la insulina
baja, no la cantidad de calorías que se consumen”.
Belaustegui, I. (2024): “Optimiza tu metabolismo. Recupera
tu flexibilidad metabólica, mejora la salud y pierde peso”. (pp. 93 y 94). Grijalbo.
Para llevar mejor el ayuno, Isabel nos
sugiere que:
“Además de agua, durante las horas de
ayuno podemos tomar caldo de verduras e infusiones: café, té (en particular el
té verde), menta, hierbaluisa, salvia, manzanilla, tila, rooibos, mate o tulsi. ¡Sin
azúcar, por favor! Nos hidratan, potencian el trabajo de los emuntorios,
promueven la salud intestinal y, ricos en antioxidantes, cuidan de nuestras
mitocondrias y rutas metabólicas.
Belaustegui, I. (2024): “Optimiza tu metabolismo. Recupera
tu flexibilidad metabólica, mejora la salud y pierde peso”. (p. 164). Grijalbo.
Estas son algunas perlas de las muchas
que nos deja Isabel en su maravilloso libro, no solo sobre metabolismo sino
sobre salud integral.
“Aprende, comparte y sonríe”.
(Ins.:@iglesias.paulino)
Un saludo muy afectuoso.
Paulino.
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